Interferencias
Hay un lugar donde caen la hojas
castaño-amarillentas; un buen color de otoño
muy acogedor, tibio.
Por arriba se cruzan ramas entrelazadas
y hojas temblorosas y finas. Del sol cae
y salpica una luz parpadeante:
se encienden y se apagan la hojas.
De mirar estas cosas, he vuelto a ver, de pronto
una calle de barrio, camino del liceo.
Arriba, casi juntas las copas amarillas
y debajo la calle con las hojas caidas
arrastradas, corriendo...
Y era un techo de oro sobre un río de oro,
en algún mes de oro, como mayo, sería.
Vestido azul, cuadernos
bajo el brazo, y el ruido y el tinte de las hojas.
De qué modo confuso siento que se entreteje
esta enmarañada madeja...
Esta tarde se tiñe de muy viejas semanas,
le pesan otras tardes y otros atardeceres
y no suelta una luz, ni un sabor campesino
sin que de mi cuidad, como un humo, le llegue.
Y no puedo mirarlas sino desde vívidos
días, desde las horas muertas vividas.
Sus vidrios transparentes empaño mi alma
enturbio, con un polvo que sube del recuerdo
su cristal inocente.
Circe Maia
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