Duelo, depressus y desesperanza.
Hace un rato estaba leyendo un trabajo sobre la depresión. En él se hace una buena revisión de cómo han abarcado este problema las distintas corrientes de la psicología esta “situación de salud mental”, al leer cada uno de los afrontamientos me fue creciendo un sentimiento de impotencia y frustración enorme: no importa que tan antigua, nueva, conservadora o transgresora sea la teoría desde donde se abarca, la persona con depresión siempre la cuentan con connotaciones similares a las de un aparato visor mal regulado, una cámara fotográfica con el lente sucio. No importa si la realidad es objetiva, si se construye, si no existe: la cognición del depresivo afecta sesgando o condicionando la realidad.
Esta etiqueta de “máquina desajustada” contribuye a que quienes se acercan a una persona con depresión, invaliden su punto de vista, consideren que todo lo que se dice, se hace, se duele y conduele tiene que ver con esta condición, nos relegan a la clasificación de radios mal sintonizadas.
El duelo, esa costumbre arcaica de enfrentarse a la finalización, a lo culmine, al exitus de nuestras vidas, de nuestras relaciones, de nuestra expectativa constante, no es endógeno y no puede serlo, porque tanto “duelo” como “depressus” connotan la existencia de una contraparte.
Mi tristeza es tan vieja que existe desde antes de mi nacimiento y quedará después de mi muerte, mi depresión es autónoma, rebelde no medicada, domada a fuerza, histórica e histérica, rabiosa y melancólica de cosas que no he conocido, des-territorializada y re-territorializada, pero no nativa. Colectiva y comunitaria, con todos y con nadie, pero nunca sin. Mi duelo, mi “enfrentarse” es con el mundo, el me acercó primero un guante blanco para darme con él el día de mi nacimiento. El tiempo me ha retado a duelo, me duele el tiempo y ahora me desgarro en él. Y mi sensación de vacío tampoco es propia o solitaria, también tiene una contraparte, depressus, derribada, abatida (no pude haberme abatido sola, me han derribado a veces, pero nunca me he caído)
Una de las razones para diagnosticar la existencia de una depresión es la cantidad de tiempo que un sentimiento perdura, transformándose en un estado anímico y una disposición corporal permanente; ello aludiendo a que los sentimientos de tristeza, desesperanza, desilusión son transitorios, pero ¿qué es la transitoriedad en nuestros tiempos? el tiempo de duelo se ha reducido década a década, siglo a siglo, en la humanidad el dolor nos duele menos, casi como si no fuéramos humanos.
El duelo y la desesperanza, hoy asesorados, racionalizados, clasificados, por etapas, profesionalizados, no eran antes sino el tiempo personal para entristecerse en un espacio íntimo y respetado por el otro.
PH
ps: “Depresión: Del latin depressus, que significa abatido, derribado, es un estado de abatimiento e infelicidad, que puede ser transitoria o permanente. En la mayoría de los casos, el paciente describe su estado, y así lo ven los demás, como derribado, socavado en su potencialidad, debilitada su base de sustentación afectiva, desplazado su eje de acción usual, desganado, hipoérgico.” (Wikipedia)
Esta etiqueta de “máquina desajustada” contribuye a que quienes se acercan a una persona con depresión, invaliden su punto de vista, consideren que todo lo que se dice, se hace, se duele y conduele tiene que ver con esta condición, nos relegan a la clasificación de radios mal sintonizadas.
El duelo, esa costumbre arcaica de enfrentarse a la finalización, a lo culmine, al exitus de nuestras vidas, de nuestras relaciones, de nuestra expectativa constante, no es endógeno y no puede serlo, porque tanto “duelo” como “depressus” connotan la existencia de una contraparte.
Mi tristeza es tan vieja que existe desde antes de mi nacimiento y quedará después de mi muerte, mi depresión es autónoma, rebelde no medicada, domada a fuerza, histórica e histérica, rabiosa y melancólica de cosas que no he conocido, des-territorializada y re-territorializada, pero no nativa. Colectiva y comunitaria, con todos y con nadie, pero nunca sin. Mi duelo, mi “enfrentarse” es con el mundo, el me acercó primero un guante blanco para darme con él el día de mi nacimiento. El tiempo me ha retado a duelo, me duele el tiempo y ahora me desgarro en él. Y mi sensación de vacío tampoco es propia o solitaria, también tiene una contraparte, depressus, derribada, abatida (no pude haberme abatido sola, me han derribado a veces, pero nunca me he caído)
Una de las razones para diagnosticar la existencia de una depresión es la cantidad de tiempo que un sentimiento perdura, transformándose en un estado anímico y una disposición corporal permanente; ello aludiendo a que los sentimientos de tristeza, desesperanza, desilusión son transitorios, pero ¿qué es la transitoriedad en nuestros tiempos? el tiempo de duelo se ha reducido década a década, siglo a siglo, en la humanidad el dolor nos duele menos, casi como si no fuéramos humanos.
El duelo y la desesperanza, hoy asesorados, racionalizados, clasificados, por etapas, profesionalizados, no eran antes sino el tiempo personal para entristecerse en un espacio íntimo y respetado por el otro.
PH
ps: “Depresión: Del latin depressus, que significa abatido, derribado, es un estado de abatimiento e infelicidad, que puede ser transitoria o permanente. En la mayoría de los casos, el paciente describe su estado, y así lo ven los demás, como derribado, socavado en su potencialidad, debilitada su base de sustentación afectiva, desplazado su eje de acción usual, desganado, hipoérgico.” (Wikipedia)