de repente te detuviste y
compraste tres duraznos
en una verdulería de un barrio cualquiera
tocaste las frutas, el color era hermoso
tenía zonas amarillas y el degradé llegaba al rojo oscuro
muy suaves en su punto
cuando las probaste se te transformó la cara
y disfrutaste de esa carne fresca
los vendedores eran dos
una mujer y un hombre
estaban inclinados sobre un recipiente
pelaban zanahorias y se miraban con deseo
interrumpiste la escena para comprar los frutos
y ellos lentamente reaccionaron
cuando les pediste que los laven
no podías esperar a llegar a casa
te gustó pensar que todas las frutas de esa verdulería
eran así de dulces y sabrosas
porque estaban contagiadas de la piel suave,
de la carne que no quiere descansar.
olvidaste un durazno en mi casa
por alguna razón éramos dos
pero vos compraste tres.
María Paz Levinson
compraste tres duraznos
en una verdulería de un barrio cualquiera
tocaste las frutas, el color era hermoso
tenía zonas amarillas y el degradé llegaba al rojo oscuro
muy suaves en su punto
cuando las probaste se te transformó la cara
y disfrutaste de esa carne fresca
los vendedores eran dos
una mujer y un hombre
estaban inclinados sobre un recipiente
pelaban zanahorias y se miraban con deseo
interrumpiste la escena para comprar los frutos
y ellos lentamente reaccionaron
cuando les pediste que los laven
no podías esperar a llegar a casa
te gustó pensar que todas las frutas de esa verdulería
eran así de dulces y sabrosas
porque estaban contagiadas de la piel suave,
de la carne que no quiere descansar.
olvidaste un durazno en mi casa
por alguna razón éramos dos
pero vos compraste tres.
María Paz Levinson