Magnolia
Este espacio ha sido creado para compartir poesía, letras de canciones, algunas fotos o dibujos, cuentos, y conversaciones sobre miles de cosas. De un extraño modo se ha convertido en una extensión de mi misma, las cosas que son publicadas son la exteriorización de lo que pienso y siento en el momento que actualizo las entradas. Espero que lo disfruten.
Acerca de mí
- Nombre: Colectivo Yo Defiendo
- Ubicación: Concepción, VIII Región, Chile
Integrado por docentes, alumnos, trabajadores, ex-alumnos y comunidad vinculada a la UdeC
septiembre 16, 2005
Todo se transforma
Tu beso se hizo calor,
luego el calor movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino m
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano rincón
de otra galaxia
el amor que me darías
transformado volvería algún día
a darte las gracias.
Cada uno da
lo que recibe
y luego recibe
lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma
todo se transforma
El vino que pagué yo
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano.
Y antes de eso en Torino
y antes de Torino en Prato
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.
Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería.
Cada uno da lo que recibe
luego recibe lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma...
todo se transforma...
Todo se transforma
Todo se transforma...
supe quede algún lejano rincón
de otra galaxia
el amor que me darías
transformado volvería algún día
a darte las gracias
Cada uno da
lo que recibe...
Jorge Drexler
luego el calor movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino m
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano rincón
de otra galaxia
el amor que me darías
transformado volvería algún día
a darte las gracias.
Cada uno da
lo que recibe
y luego recibe
lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma
todo se transforma
El vino que pagué yo
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano.
Y antes de eso en Torino
y antes de Torino en Prato
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.
Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería.
Cada uno da lo que recibe
luego recibe lo que da
nada es más simple
no hay otra norma
nada se pierde
todo se transforma...
todo se transforma...
Todo se transforma
Todo se transforma...
supe quede algún lejano rincón
de otra galaxia
el amor que me darías
transformado volvería algún día
a darte las gracias
Cada uno da
lo que recibe...
Jorge Drexler
septiembre 12, 2005
Recompensa (a Gonzalo)
El estado no me ofrece
ni seguridad ni aventura:
estoy contra el Estado.
Tu tampoco me afreces
ni seguridad, ni aventura.
Pero si me acuesto
con el Estado
no amanezco con un jardín en la cabeza.
Juan Gonzalo Rose
ni seguridad ni aventura:
estoy contra el Estado.
Tu tampoco me afreces
ni seguridad, ni aventura.
Pero si me acuesto
con el Estado
no amanezco con un jardín en la cabeza.
Juan Gonzalo Rose
Interferencias
Hay un lugar donde caen la hojas
castaño-amarillentas; un buen color de otoño
muy acogedor, tibio.
Por arriba se cruzan ramas entrelazadas
y hojas temblorosas y finas. Del sol cae
y salpica una luz parpadeante:
se encienden y se apagan la hojas.
De mirar estas cosas, he vuelto a ver, de pronto
una calle de barrio, camino del liceo.
Arriba, casi juntas las copas amarillas
y debajo la calle con las hojas caidas
arrastradas, corriendo...
Y era un techo de oro sobre un río de oro,
en algún mes de oro, como mayo, sería.
Vestido azul, cuadernos
bajo el brazo, y el ruido y el tinte de las hojas.
De qué modo confuso siento que se entreteje
esta enmarañada madeja...
Esta tarde se tiñe de muy viejas semanas,
le pesan otras tardes y otros atardeceres
y no suelta una luz, ni un sabor campesino
sin que de mi cuidad, como un humo, le llegue.
Y no puedo mirarlas sino desde vívidos
días, desde las horas muertas vividas.
Sus vidrios transparentes empaño mi alma
enturbio, con un polvo que sube del recuerdo
su cristal inocente.
Circe Maia